HOY ES LA CONSECUENCIA DEL PASADO
Cada
año que inicia es una nueva oportunidad para lograr las metas acumuladas los
años anteriores. Es común que al finalizar diciembre conjuremos a la Fortuna
para que nos sonría. Y para ello llevamos a cabo todo tipo de rituales:
compramos ropa interior amarilla, nos comemos las doce uvas, llenamos de
sahumerio la casa… Es una pintoresca manera de creer que se pueden alcanzar los
objetivos sin el menor esfuerzo, de pensar que las metas logradas son producto
de la magia y no del sacrificio, de la fe y no de la acción.
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| Imagen de Myriam Zilles en Pixabay |
Porque
lo importante, en apariencia, es desear, apretar los ojos y fruncir el ceño con
la mayor intensidad posible hasta que se nos broten las arterias del cuello y
listo: logramos lo que nos propusimos a fuerza de deseo y no de tomar acción. Y
ese es nuestro error principal: encargarles a las ganas lo que el empeño y la
acción no logran. Todos dicen querer el éxito, pero muy pocos están dispuestos
a pagar el precio. Casi nadie tiene un plan de acción, sino que van por la vida
dejándose llevar por la corriente, esperando que los deje en alguna orilla
segura donde desovar sus frustraciones mientras la vida sigue su curso.
No
es raro ver la gran cantidad de frases motivacionales y las cadenas que se
envían por redes sociales en las que se exhorta a llevar una vida de lujo en
donde abunden carros de alta gama y casas de hermosos jardines con piscina. Todos
desean estar allá, todos anhelan y se imaginan así mismos con grandes
cantidades de dinero mientras siguen en sus camas un lunes a las nueve de la
mañana, con el sol entrándoles por las cortinas, todavía legañosos y tomando
impulso para levantarse.
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| Imagen de Gerd Altmann en Pixabay |
Cada
nuevo año debe ser la oportunidad de cambiar de hábitos. De trazarse metas
claras, con nombre propio e ir por ellas: un viaje, una casa, un negocio propio.
Lo que sea. Sólo se debe hacer un plan de acción definido, que se caracterice
por los riesgos que se asuman y por las acciones que se emprendan.
Debemos
valorar el tiempo de vida que se nos ha brindado y no malgastarlo en
actividades que no nos dan más libertad que la que pueden brindar unos
pocos devaluados pesos. Y allí radica justamente la condena de nuestros
tiempos: en pensar que la sobrevivencia es vivir y que el salario es la
libertad, cuando en realidad no hay mayor condena que el conformismo y la
deslealtad con los propios sueños.
"No hay mayor condena que el conformismo y la deslealtad con los propios sueños"
No
podemos seguir viviendo la vida un día a la vez, esperando a ver qué nos depara
el mañana. El futuro no existe sino se planea, se siembra y se cosecha en el
presente. Hoy es la consecuencia del pasado. De lo que decidimos o no hacer.
Tracemos desde hoy metas realizables, en tiempos concretos. Olvidémonos de
“algún día” o “en el futuro”. Hablemos del 21 de febrero, el 31 de marzo o el 3
de junio. Lleguemos a esas fechas con un logro más, con un esfuerzo extra –
ordinario para lograr metas fuera de lo común.
Aventurémonos
pues a dejar atrás los miedos, los prejuicios y los paradigmas. Nada de eso
sirve en términos reales, ya que mantiene el ego alto y nos aleja del éxito.
Hagamos de este nuevo año algo distinto, que nos llene el corazón de alborozo
por la labor cumplida, y no tengamos que reclamarle a la Fortuna lo que el
sacrificio, la dedicación y la templanza ya nos otorgó por derecho propio. Es
hora de comenzar.




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