ANTONIO IRIARTE Y SU RETADOR DE VIVALDI (UNA BREVE NOTA)
A partir de los años setenta la literatura
en Neiva toma un impulso importante. Esto se da gracias, en parte, a la
influencia que tiene boom latinoamericano, las por circunstancias sociales y
políticas, la creación de la Universidad Surcolombiana y, finalmente,
al fervor político que despertó en los jóvenes de la época la Revolución Cubana
y la tensa situación vivida en el país durante aquellos años.
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| Tomada de la página https://www.catedrairiarte.net/ |
Pese a la incidencia que tuvo el
pensamiento de izquierda, limitó el juicio literario de algunos jóvenes
escritores; en otros, la gran mayoría, el hecho estético prevaleció sobre
cualquier cosa. Eso se reflejó en la calidad literaria. Es el caso de una de
las novelas más interesantes que se hayan escrito en la ciudad: El retador
de Vivaldi de Antonio Iriarte Cadena, la cual quedó finalista en el premio
nacional de Novela Plaza y Janéz de 1991.
Además de ser el profesor más destacado que
tuve en mi etapa de pregrado, el maestro Iriarte (como todos los que pasamos
por sus clases lo llamamos) dejó una obra de la que nunca, en su generosa
modestia, se vanaglorió. Al contrario, siempre destacó obras clásicas de la
literatura universal. Fue con los años que me enteré se su corta pero
contundente obra. Una de ellas es El retador de Vivaldi.
En ésta se narra lo acontecido en la vida
de Tomás Mateús. La novela maneja tres líneas temáticas: la desesperanza
social, la educación y la música. La primera es resultado del peso
de la modernidad que se avino en nuestro país de forma acelerada luego de los
acontecimientos del 9 de abril de 1948. El acelerado crecimiento demográfico,
la incipiente industrialización que se viene dando en el país por aquellos años
y el desplazamiento del campo a la ciudad son factores que llevan a que el
‘rebusque’ sea la condición laboral cotidiana de muchos colombianos, lo cual
trae como resultado a una desesperanza social.
“Tomás Mateus llegó al cargo de profesor
sin escalafón del Liceo Académico por una zancadilla que le
puso la necesidad”. Así comienza la novela de Iriarte, evidenciando la
urgencia de algo que, no puede ser otra cosa que la vida. O, dicho de otro
modo, evidenciando que la vida impone una necesidad de éxito, de ser ‘alguien’
en la vida, de descollar por encima de los demás. No ser un fracasado. Y éste
es precisamente el problema de Mateus. Por ello se vuelve profesor de español,
pero le va mal. Aquí entra la segunda línea temática: la educación. Personajes
como el profesor de francés, a quién apodan “Mortadela”, además de otorgarle
dinamismo a la novela le aportan reflexiones sobre la educación tan
interesantes como:
“El éxito o el fracaso del maestro están determinados por claras relaciones de poder. Dirá usted, entonces ¿qué hago para que me respeten? ¿Grito, insulto, golpeo, me pongo energúmeno? Pues nada de eso funciona si, en el fondo, usted carece de poder. Ni el poder ni la autoridad están fundamentados en el temor ni en la capacidad que uno pueda tener para amedrentar a otros”
Así mismo la novela, mediante avanza, va
sumergiéndose cada vez más en uno de los temas que, junto a la educación, es el
que, al parecer, mejor domina el autor: la música.
Mateus, en su paso por la vida como ente
sin sentido, encuentra en la guitarra, en su ejecución, el destino que tanto
busca y por el que apuesta no sólo él sino también otros personajes que,
conforme avanza la novela, se constituyen en sus guías por el arduo camino de
la excelencia estética que, al final, como el arquetípico antihéroe, termina
torpedeando su cuarto de hora…
Aunque la novela de Iriarte, desde un punto
de vista tópico, no se ubica en Neiva, vale la pena rescatarla por su valor
literario, el cual es, sin lugar a dudas, evidente. Su escritura moderna,
lograda y eficaz, se concatena con una estructura interesante, en donde el
narrador testigo, modela y dosifica en la medida justa los acontecimientos de
la vida de Tomás Mateus.



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