NADA DE NADA, DE HANIF KUREISHI


Decidí pausar durante unos días las publicaciones que he venido haciendo en este blog porque decidí descansar; es decir, decidí dedicarme a leer. No hay mejor forma de relajar la mente, desconectarse de los avatares del día a día, de los compromisos laborales, que estar en mi cama o en un sillón repasando línea tras línea las historias que se van entretejiendo en los libros.

Y la cosecha dio sus frutos.

Leí los libros que quería leer y otros que, por azar, llegaron a mis manos. Y uno de esos fue Nada de nada, de Anif Kureishi. Pero antes de entrar a comentar la novela quisiera contextualizar quién es este escritor.


Nació en Londres en 1954. Su padre es pakistaní y su madre inglesa. A los dieciséis años comienza a escribir literatura, especialmente pornográfica y a interesarse por el teatro y el cine. En 1980, a sus veintiséis años, obtiene el premio Thames Television por su primer guión teatral, La madre patria. En 1984 escribió el guion de Mi hermosa lavandería, que fue llevada al cine por Stephen Frears ese mismo año y que obtuvo una nominación al Óscar por mejor guion original. En 1990, su obra El Buda de los suburbios obtuvo el Premio Whitbread a mejor primera novela, llegando a convertirse en una serie de la BBC con banda sonora de David Bowie.

Sus temas más recurrentes son la sexualidad, el racismo, la inmigración y la senectud. Es así que en Nada de nada (2018), sea fiel a sus búsquedas estéticas. Esta novela narra los últimos días de un cineasta llamado Waldo, muy reconocido y con obras maestras del cine que, según los críticos, pasarán a la historia.  Waldo está casado con Zee, mujer menor que él de quien se enamoró en la India mientras rodaba una película. Ella había estado casada y de ese matrimonio quedaron dos hijas, que viven en Estados Unidos.
Hanif Kureishi
Waldo y Zee viven una vida alejada ya de las celebridades y del celuloide. Viven en Londres, en un apartamento amplio, cómodo, pero sin muchos lujos. Solo unas pocas amistades, que en ocasiones los visitan, alteran la apacible monotonía de sus vidas. Entre ellas Anita, una actriz de cine, y Eddie, un galán en picada, crítico de cine y arribista social por excelencia.

Prácticamente toda la novela transcurre en el apartamento de Waldo y Zee, en donde la gran protagonista es la pasión. La de Waldo por Zee; la de Zee por Eddie y la de Eddie por el dinero. Tras este telón de fondo reposan reflexiones sobre la vejez y la decrepitud, mas no del alma y el ímpetu, pues éstas continúan pese a que el cuerpo no responda y se resista a la vida.

Lo que más me gustó de esta novela fue el personaje de Waldo, que, pese a su vejez y a que en ocasiones el cuerpo no le responde para acciones cotidianas tan sencillas como por ejemplo dar unos pasos, su mente sigue intacta. Un ejemplo son los cortos de cinco minutos que hace desde su Ipad. Su mente bulle de ideas, imagina escenas, situaciones, perversiones. Siempre fue un voyeur, dice él; tanto en el cine como en la vida. Tal vez por eso disfruta, desde su silla de ruedas, en su habitación, las escenas eróticas que se viven en la recámara continua a la suya, en donde se viven momentos de pasión que el escucha tenuemente y que recrea en su cabeza. Pero quizás lo que más disfruté fue la inteligencia y la manipulación de Waldo, la manera en que destruye la vida de Eddie, sin tener que mover un dedo, solo desde la manipulación sicológica y una que otra llamada telefónica…

Si acaso les queda gustando esta novela, léanse también Intimidad, muy superior a ésta, pero que transitan las mismas veredas.




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