EL VIOLADOR ERES TÚ
Perdón. Y no únicamente por los seviciosos
actos cometidos contra Yuliana Samboni, de los cuales se cumplen el día de hoy tres años, sino también por el gran número de
mujeres que han sido vejadas día tras día, año tras año, y de las cuales ya no
nos acordamos, porque sus nombres sólo son el eco que deja el olvido cuando la
impunidad se hace presente.
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| Imagen de Rudy and Peter Skitterians en Pixabay |
Perdón por olvidarlas, por hacer de sus
asesinatos vanos instantes de repudio e indignación colectiva que dejamos atrás
con la misma velocidad con la que el noticiero del medio día cambia de información,
con la que Facebook actualiza sus novedades o con la rapidez con que se olvidan
los comentarios de sobremesa. Sus nombres y sus fotografías deberían estar en
plazas públicas y parques para recordarnos que las vidas robadas tienen rostro
de mujer y que ustedes son fecundas hasta en la muerte porque desde allí su
testimonio prevalece como manifestación de lo que no debe volver a ocurrir.
Pero no es así. Seguimos siendo permisivos, nos acostumbramos
a indignarnos un día a la vez como si el anterior no existiera y los asesinatos
del pasado no hubiesen ocurrido nunca. Ya no nos asombra ni la sevicia con que
se cometen los abusos. Empalamientos, descuartizaciones, violaciones
colectivas: nada. Todo nos da lo mismo porque no nos toca, porque no es con nosotros,
ni fue a una de nuestras mujeres. Pero puede ser. Y sólo por existir esa
posibilidad deberíamos tomar acción.
"Sus nombres sólo son el eco que deja el olvido cuando la impunidad se hace presente"
Lo peor es que todo va a seguir igual si
los hombres no cambiamos la forma en que asumimos la convivencia con las
mujeres. Si las miramos con lascivia y les decimos obscenidades mientras, como
una horda de machos alfa, nos reímos para celebrarnos entre nosotros para
sentirnos más varoncitos, galanes de pacotilla. Si no aceptamos que la forma de
vestirse no nos da el derecho adquirido para cogerles la cola en un raponazo
fugaz, frotarnos contra sus cuerpos o un largo etcétera de actitudes cotidianas
que a fuerza de costumbre se han normalizado, nada va a cambiar. Nada.
Pero ellas también deben poner de su parte
y comenzar a entender masivamente que la sumisión, la condescendencia, la
permisividad y la aceptación del rol impuesto a las mujeres no es el que la
tradición y las costumbres heredadas les han legado, sino que hay una manera,
más horizontal y equitativa, de ejercer su condición de mujer. De este modo se
sumará al gran esfuerzo colectivo de buscar un país mejor, en donde los hombres
no sean criados como machitos para la guerra y ellas no sean débiles pétalos de
rosas que buscan príncipes azules.
En últimas necesitamos ciudadanos plenos,
claros en sus derechos y deberes, a quienes los miedos impuestos o atávicos sean
rebatidos por el sentido común y no por los instintos. De esa manera no
tendremos que discúlpanos con los muertos y podremos, en cambio, dignificar la
vida.
Y las mujeres nos llevan ventaja en eso, se están expresando de muchas maneras. Por eso celebro y admiro las manifestaciones artísticas a través del performance del colectivo feminista chileno Lastesis:
Pero también es hermosa la ficción creada por Laura Restrepo en su novela Los Divinos, donde dramatiza los entresijos que rodearon -desde la ficción, por supuesto- el asesinato de Yuliana Samboní. Me parece relevante el siguiente fragmento, el cual establece una relación intertextual con el himno de Latesis:
"Nadie olvida ni perdona, y al mismo tiempo nadie puede tirar la primera piedra. Este crimen se impone como un espejo, y el monstruo que allí se refleja tiene la cara del país entero".
Tan relevante e indicativo de nuestra monstruosidad colectiva como país es la impunidad de tantas muertes. Me corrijo: que se cometan. Por eso el llamado es a no olvidar y a indignarnos y a buscar la verdad hasta debajo de las piedras, porque somos muchos los hombres y mujeres de nuestro tiempo que nos resistimos a pensar que el futuro está marcado por el olvido y que la apatía no puede ser la condena que nos haga cómplices silenciosos de tanta maldad.
Pero sobre todo y más importante aún es a cambiar como sociedad.
Sobre todo eso.
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| Imagen de Stefan Keller en Pixabay |
Y las mujeres nos llevan ventaja en eso, se están expresando de muchas maneras. Por eso celebro y admiro las manifestaciones artísticas a través del performance del colectivo feminista chileno Lastesis:
En esta canción se manifiesta la potencia de un himno que hace catarsis en las voces, aquellas que lanzan dardos con sus vocativos cargados de culpas y responsabilidades compartidas; movimientos corporales que liberan y refuerzan el señalamiento contra todo un Sistema que se hace el de la vista gorda. Todo esto realizado con los ojos tapados por cintas negras, ceguera social que oculta el llanto y la rabia contenida. Es hermoso en su teatral crudeza."El patriarcado es un juez que nos juzga por nacer y nuestro castigo es la violencia que no ves. El patriarcado es un juez, que nos juzga por nacer y nuestro castigo es la violencia que ya ves. Es feminicidio Impunidad para el asesino Es la desaparición Es la violación Y la culpa no era mía, ni dónde estaba, ni cómo vestía Y la culpa no era mía, ni dónde estaba, ni cómo vestía Y la culpa no era mía, ni dónde estaba, ni cómo vestía Y la culpa no era mía, ni dónde estaba , ni cómo vestía El violador eras tú El violador eres tú Son los pacos (policías) Los jueces El estado El presidente El estado opresor es un macho violador El estado opresor es un macho violador El violador eras tú El violador eres tú Duerme tranquila niña inocente, sin preocuparte del bandolero, que por tus sueños dulce y sonriente vela tu amante carabinero. El violador eres tú El violador eres tú El violador eres tú El violador eres tú".
Pero también es hermosa la ficción creada por Laura Restrepo en su novela Los Divinos, donde dramatiza los entresijos que rodearon -desde la ficción, por supuesto- el asesinato de Yuliana Samboní. Me parece relevante el siguiente fragmento, el cual establece una relación intertextual con el himno de Latesis:
"Nadie olvida ni perdona, y al mismo tiempo nadie puede tirar la primera piedra. Este crimen se impone como un espejo, y el monstruo que allí se refleja tiene la cara del país entero".
Tan relevante e indicativo de nuestra monstruosidad colectiva como país es la impunidad de tantas muertes. Me corrijo: que se cometan. Por eso el llamado es a no olvidar y a indignarnos y a buscar la verdad hasta debajo de las piedras, porque somos muchos los hombres y mujeres de nuestro tiempo que nos resistimos a pensar que el futuro está marcado por el olvido y que la apatía no puede ser la condena que nos haga cómplices silenciosos de tanta maldad.
Pero sobre todo y más importante aún es a cambiar como sociedad.
Sobre todo eso.




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