LA VORÁGINE INTERACTIVA


Un 1 de diciembre, pero de 1928, falleció en Nueva York uno de los hombres que mejor ha sabido usar la lengua española para contar una historia que, a la postre, se convertiría en la gran metáfora de lo que hoy es Colombia. Desafortunadamente José Eustasio Rivera Salas no es más que un discurso, a veces político, a veces cultural, para sacar dinero del erario público. Son muy pocas personas las que hoy en día recuerdan en el Huila su inconmensurable legado.
 

Pero no se debe culpar a nadie por no recordarlo salvo a quienes han utilizado su nombre para llenar sus bolsillos con algunas cuantas monedas. En ningún momento les ha interesado difundir su legado literario, político y ciudadano. Mucho menos formar a las nuevas generaciones para que entiendan a cabalidad que nuestro idioma se enalteció con esa obra maestra llamada La Vorágine (1924) y que su trasfondo más que político es humano, porque allí nos muestra qué somos y a qué podemos llegar. Tampoco nos han dado a los ciudadanos la posibilidad de aproximarnos —en la proporción justa, es decir, masivamente— a una obra como Juan Gil, su única obra dramática publicada. 

Muy por el contrario, lo que se encuentra en los salones de clase de los colegios públicos o privados de Neiva y el Huila son largos bostezos e incómodas muecas que manifiestan el tedio cuando le nombran al autor de uno de los poemarios más bellos que se haya escrito en cualquier lengua: Tierra de promisión (1921). 



Como muestra, quiero compartir un fragmento de lo que, para muchos, es una de las partes más bellas de la novela de Rivera: 



—¡Ah selva, esposa del silencio, madre de la soledad y de la neblina! ¿Qué hado maligno me dejó prisionero en tu cárcel verde? Los pabellones de tus ramajes, como inmensa bóveda, siempre están sobre mi cabeza, entre mi aspiración y el cielo claro, que solo entreveo cuando tus copas estremecidas mueven su oleaje, a la hora de tus crepúsculos angustiosos. ¿Dónde estará la estrella querida que de tarde pasea las lomas? ¿Aquellos celajes de oro y múrice con que se viste el ángel de los ponientes, por qué no tiemblan en tu dombo?”.

Para que le rindamos homenaje a este gran autor y, en especial, a esta gran obra, quiero invitarlos a que lean la maravillosa edición de La Vorágine que editó el año pasado el Ministerio de Educación Nacional en el marco del Plan Nacional de Lectura y escritura. Esta nueva versión tiene dos particularidades que llaman mucho la atención: que se puede encontrar en cualquier biblioteca pública del país y que es interactiva. 


En cuanto la interactividad, llama mucho la atención la tabla de recursos que contiene. Se divide en tres etapas de la lectura, antes, durante y después. En la primera parte se puede conocer la vida y obra del autor a través de una animación y de un glosario que aclara la terminología; en la segunda hay una galería de fotos que presenta el contexto histórico y político y un par de audios que profundizan en el tema de la selva como motivación literaria y a uno de los personajes más destacados de la novela: Clemente Silva.


La invitación es, pues, a que nos aproximemos a este gran hombre y escritor, por medio de esta herramienta que nos brindará momentos de éxtasis espiritual de la mano de la familia: que es como debería leerse este tipo de obra; no sólo, sino en grupo, como un país que quiere recuperar la memoria. 





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