AGENDA INVISIBLE



Algo grave está sucediendo con el mundo que habitamos. A diario lo sentimos, lo vemos en las noticias, lo padecemos, pero no le damos la importancia necesaria. Es una queja, un reclamo constante cuya responsabilidad les compete a las autoridades, a los demás, menos a nosotros mismos. Se pasa de boca en boca, a modo de comentario suelto, como un lamento. Y en eso se queda, porque a nadie parece importarle.
"Es una queja, un reclamo constante cuya responsabilidad les compete a las autoridades, a los demás, menos a nosotros mismos"
Solo en tiempos aciagos como los que estamos viviendo nos cuestionamos por la manera en que asumimos el reto que se nos ha legado, pero que no hemos querido entender: cuidar el planeta tierra, nuestro hogar, el único que tenemos. Miramos para otro lado cuando nos hablan de calentamiento global, emisión de gases, transformación de los ciclos vitales de la naturaleza, contaminación, etc. Basta que ocurra alguna catástrofe natural: un sismo, algún incendio provocado por las altas temperaturas o una inundación para que reclamemos a las autoridades competentes la implementación de planes de emergencia que, en la mayoría de las veces, son ineficaces o no se saben aplicar cuando acontece un evento de esta magnitud. 
En últimas, nos preocupamos más por las consecuencias que por las causas. Exigimos prevención para las catástrofes, pero no prevención de las catástrofes, que son dos cosas bien distintas. Son muy pocas las personas que alzan la voz para reclamar su derecho a vivir en un entorno saludable y amable con el medio ambiente. Y es ahí donde la agenda pública —los temas de los que habla la gente— debe estar al orden del día. Nuestro nivel de solidaridad no puede manifestarse únicamente cuando la catástrofe haya ocurrido, que es el momento en que se nos arruga el corazón y solicitamos con todas nuestras fuerzas que los damnificados y personas que padecen estas tragedias no sufran. Es allí que las acciones cobran sentido: hacemos donaciones, oramos por ellos, le exigimos a los demás que ayuden también. 
Pero la ayuda y la preocupación es un ratico. Dos semanas después nos olvidamos de las catástrofes y de la responsabilidad que tenemos todos, ciudadanía y entes gubernamentales, no sólo de atender las emergencias ocasionadas por la devastación humana hacia la naturaleza sino también de exigir que se ejerza un liderazgo a favor del medio ambiente, no desde el asistencialismo sino desde la gestión de políticas claras que defiendan nuestro derecho a la vida.
"Pero la ayuda y la preocupación es un ratico. Dos semanas después nos olvidamos de las catástrofes"
Pero esto solo va ocurrir si nosotros como ciudadanos ponemos estos temas en la agenda pública y ejercemos presión social para que se piense en función de la sociedad y no de los intereses particulares. Una excelente alternativa son las políticas públicas y las veedurías ciudadanas. Un gran ejemplo es Bogotá, donde, desde 2013, se vienen promoviendo una serie de acciones políticas, con participación e incidencia social, como: Política Distrital de salud ambientalpara Bogotá 2011-2023, Política Pública para la gestión de la conservación de la biodiversidad en el Distrito, Política para el manejo del suelo de protección en el Distrito Capital, Política Pública Distrital de educación ambiental y Política de humedales del Distrito Capital.
El reto entonces debe ser: volver visible una agenda que hasta ahora ha estado oculta. Ejercer presión social para promover una política pública que salvaguarde el medio ambiente y, finalmente, una vez se haya adoptado la decisión, hacerle seguimiento a la implantación y evaluación, ya que de eso depende que la aplicabilidad pase del papel al terreno fértil, a la realidad, a nuestro entorno, que debemos salvaguardar, para que la vida continúe.

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